La vida contemplativa ha ocupado en seguirá ocupando un puesto de honor en la Iglesia. Dedicada a la plegaria y al silencio, a la adoración y a la penitencia desde el claustro, “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3,3).
Los monasterios de vida contemplativa son centros de acogida cristiana para aquellas personas, sobre todo jóvenes, que van buscando con frecuencia una vida sencilla y transparente, en contraste con la que les ofrece la sociedad de consumo.
Los religiosos contemplativos, en el silencio y la soledad, gustan y buscan las cosas de arriba, donde está su vida escondida con Cristo en Dios, hasta que sean glorificados junto con él.
Debajo de una corteza de prácticas religiosas aparentemente rutinarias, late el fuego sagrado de un ideal que no pasa y que no defrauda. Hombres normales como todos los demás, han aprendido con inmenso gozo que solo Dios puede llenar el alma por completo, saciándoles con el torrente de sus delicias.
El alma contemplativa, en el silencio, en la soledad, en la vida penitente y en la oración, busca unirse a Dios por el amor, sabiendo que en Dios encuentra siempre al prójimo con todas sus necesidades. Se separa de todo para unirse a todos.
Los monasterios de vida contemplativa son lugares donde el cielo y la tierra parecen casi encontrarse; donde, merced a la presencia d Cristo, el mundo cesa de ser árida tierra para volverse paraíso.
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